Alrededor de los 2 años, el Sistema Nervioso del niño alcanza la madurez necesaria para acceder a nuevos aprendizajes, coordinar mejor sus movimientos,...pero su capacidad de detener la acción y su voluntad aún no.
Le es más fácil comenzar una acción, que dejar de hacerla; ello hará que, en un momento dado, pueda coger rabietas y no sepa cómo salir de ellas, pueda pegar y/o morder, dar patadas,...
El
control de su postura le permite ponerse de puntillas,
intentar mantenerse sobre un pie, apilar en equilibrio más
cubos que antes,...El movimiento es para él una necesidad,
así como una fuente de placer.
Una
nueva adquisición señalará un importante
avance en la autonomía del niño, como resultado
de su madurez. Se va a ir produciendo el control, diurno
sobre todo, de los esfínteres y, alrededor de los
2 años y medio también nocturno.
Esta adquisición será aún frágil;
cualquier cambio en el entorno del niño puede hacerle
retroceder. En ese caso, se hará necesario ser muy
comprensivo con él, no dramatizar más de
la cuenta. En breve, volverá a recuperar dicho control.
Para
que el niño vaya avanzando en su autonomía,
habrá que asegurar que su curiosidad natural no
se vea frenada, siempre y cuando no se ponga en peligro
su seguridad ni la de los demás. Será esta curiosidad
la que le impulsará a seguir aprendiendo.
En la medida de lo posible, no se dejará a su alcance
objetos susceptibles de prohibírsele, por peligrosos
o frágiles; si ello ocurre, será más
conveniente distraer su interés hacia otro objeto antes
que la prohibición.
El
niño entra ahora en la llamada "fase del negativismo"
o de oposición, en la que la actitud predominante
va a ser de protesta o negación ante lo que se le dice
o se pretende que haga.
Tanto
puede aparecer de forma gradual, como bruscamente, transformando
al niño de un día para otro. La cuestión
más insignificante puede convertirse en el mayor de
los conflictos; será difícil saber por dónde
va a salir su oposición. Su afán por demostrar
su independencia, le hará a veces hacer sólo
cosas prohibidas.
El
conocer la existencia de esta "crisis de los 3
años" hará su obstinación más
llevadera y comprensible, y se podrá ser más
tolerante; por lo menos debería de ser así.
Un
enfrentamiento rígido y abierto a su oposición
hará más difíciles las cosas y no le
ayudará a superar esta fase; todos conocemos personas
mayores que parecen estar aún en esta fase.
Se
favorecerá al máximo su autonomía.
Si
entra en rabietas (pues pretenderá la satisfacción
inmediata de sus deseos) , habrá que intentar mantener
la calma, sin intentar razonarle , ni por supuesto pegarle,
y dejar pasar el momento crítico sin ceder en el
motivo que la ha generado (punto fundamental si no nos
queremos ver metidos en un círculo desagradable).
Suelen
ir dirigidas contra los padres; raras veces lo hará
contra otros adultos ni contra niños de su edad. La
crisis de los tres años es pasajera, pero no así
los avances en autonomía y y afirmación de sí
mismo del niño, que supondrán algo muy importante
en su desarrollo.
El
niño de esta edad, generalmente, juega solo o junto
a otro niño, en paralelo. No sabe aún compartir
sus juegos ni sus juguetes con otros niños. Durante
el mismo, cambiará con frecuencia de una actividad
a otra, aunque predominarán las llamadas "actividades
motoras importantes" (correr, trepar, arrastrar,...)
En
esta "edad mágica", el niño
creerá todo lo que se dice. De ahí, que no
debamos abusar de su credulidad: jamás le amenazaremos
con la presencia de personajes malvados, ni con nuestro abandono
o pérdida de nuestro afecto. El niño teme ser
realmente abandonado. No debe utilizarse el miedo, para hacerle
desistir de aquellas conductas "no convenientes".
En
este período, existe entre los niños gran
desigualdad respecto al lenguaje; la estimulación
del medio marcará la diferencia, así como el
nivel de inteligencia y de afectividad del niño.
A
esta edad, el vocabulario aumenta considerablemente:
se pasa de las 150 palabras (de los 2 años) a unas
1500 (a los 3 años), aproximadamente..
Podemos
contribuir a enriquecer su lenguaje, hablándole, describiéndole
las cosas que ve, lo que hace o ve hacer,...siempre pronunciando
con claridad, respondiendo a sus preguntas (ésta es
una edad preguntona).
Es importante procurar no anticiparse a sus deseos antes de
que los exprese verbalmente: ello le llevará a ejercitarlo
más.
El
niño empezará a conocerse a sí mismo
al final del 2º año; primero exteriormente, y
luego interiormente. A los 2 años reconocerá
a otras personas.
No
debe olvidarse que los
padres son los modelos a seguir por lo que hacen más
que por lo que dicen. Asimismo, es conveniente
favorecer el acercamiento del padre del mismo sexo al niño,
para ir favoreciendo su identidad.